Las consecuencias del cambio climático

OPINIÓN
Teodoro Leo Menor

El último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) no puede ser más apocalíptico:

  • Espectaculares cambios metereológicos regionales que traerán olas de calor, fenómenos metereológicos extremos, altas temperaturas y copiosas precipitaciones. Efectos que provocarán una alta mortalidad, contaminación del aire, enfermedades transmitidas por la contaminación del aire, el agua y los alimentos, enfermedades transmitidas por roedores, efectos mentales, nutricionales, infecciosos y otros perniciosos efectos en la salud.

Si a este macabro panorama le añadimos el siguiente, no es de extrañar que la OMS alerte de que este radical cambio climático en el planeta, y sus consecuencias, durará siglos, tal vez milenios:

  • Espectacular crecida del mar por el deshielo. Invasión de las costas por el agua del mar.
  • Calentamiento de las aguas del mar, especialmente el Mediterráneo.
  • Desaparición de miles de especies animales.
  • Desaparición de la masa forestal por los incendios y la consiguiente falta de oxígeno.
  • Desaparición de la flora y fauna salvajes.
  • Desertización de los ecosistemas naturales (en España, desde Almeria hasta Castellón será muy pronto un desierto).
  • Los plásticos sustituirán a los peces en el mar en pocos años.
  • Los virus animales saltarán a los humanos con mayor facilidad, sobre todo porque les estamos robando y eliminando sus hábitats naturales de forma acelerada. Un científico español en USA alerta de que el próximo virus mortal, que está al caer, se llevará la vida de cientos de millones de personas.
  • Catástrofes naturales como inmensas nevadas, lluvias torrenciales, granizadas imponentes, desbordamiento de los ríos, tsunamis, tifones, terremotos, erupciones volcánicas, etc, etc, etc.
La OMS alerta del radical cambio climático en el planeta
La OMS alerta del radical cambio climático en el planeta.

Y junto a las tragedias naturales que no se avecinan, sino que ya están aquí, la tragedia del ser humano al haber fracasado en la búsqueda de un modelo de vida económico y social más equitativo y justo, alejado tanto de los totalitarismos ideológicos que tantas desgracias trajeron en el pasado reciente (como el comunismo del siglo XXI—que ahora algunos quieren implantar en España—y el nazi-fascismo —que algunos se empeñan también en reproducir en nuestro país—), como del capitalismo salvaje e insolidario que cada vez crea más desigualdades, más bolsas de pobreza y donde, incluso en tiempos de pandemias y crisis económicas, las grandes fortunas (como Jeff Bezos, AMAZON; Elon Musk, TESLA; o Bill Gates, MICROSOFT, entre otros muchos), son capaces no sólo de resistir, sino de crecer exponencialnente, mientras millones de seres humanos carecen de una hogaza de pan que llevarse a la boca y cientos de millones de seres humanos se han empobrecido. Un mundo desbocado y violento donde, por poner un ejemplo, en los 21 años que llevamos de siglo XXI, el crimen organizado (especialmente la delincuencia organizada relacionada con el tráfico de drogas, la gran multinacional del crimen) ha provocado la muerte de más de un millón de personas en todo el mundo, muchas más que las muertes producidas por todos los conflictos armados en igual periodo.
Y mientras esa inmensa tragedia avanza como un cuerpo de Ejército, desde la ventana de nuestras cómodas y fresquitas viviendas burguesas (a pesar, todavía, de la espectacular subida de la luz que ha agravado la ya de por sí pobreza energética de las clases medias y bajas y no digamos de los grandes damnificados, los autónomos), vemos discurrir los días intentando averiguar el sexo de los ángeles, el sueldo que va a ganar Messi en el PSG y qué político ganará las próximas elecciones generales.

Hay una anécdota cuya veracidad no se ha podido comprobar, pero viene como anillo al dedo a lo que acabamos de escribir:
Tras un largo y costoso asedio, los turcos entraron por fin en Constantinopla, año de 1453. Los generales turcos quedaron perplejos cuando comprobaron que parte de la población estaba sumida en un apasionante debate sobre el sexo de los ángeles. Tan enfrascados estaban en esa nimiedad, que no repararon en la violencia de los turcos, que redujeron la ciudad a cenizas.
Esa anécdota ha quedado en la historia para representar cómo, muchas veces, una distracción estúpida e imprudente hace que no reparemos en las cuestiones y realidades más importantes de nuestra vida. Aquel hecho, la caída de Constantinopla, fue un hito trascendental en la historia del ser humano, pues supuso el inicio de la era Moderna y el fin del oscurantismo de la Edad Media.
La actual Edad Contemporánea (iniciada en 1789 con la Revolución francesa) está tocando a su fin. Las nuevas tecnologías, la eclosión cibernética, Internet y la genómica nos han llevado a otro universo diferente. La revolución neolítica, que trajo la producción de alimentos, y la revolución industrial, que trajo la de los objetos, han dado paso a la revolución del conocimiento y a la producción de bienes intangibles.
Esta nueva era, época o edad que se avecina, que ya está aquí, la edad del conocimiento (todavía sin nombre ni fecha de inicio), podrá marcar un nuevo y trascendental hito en la historia del ser humano. Pero, si nos empeñamos en la destrucción del planeta y nos inhibimos (ante la que se nos viene encima) como los ciudadanos de Constantinopla intentando averiguar el sexo de los ángeles, ¡qué Dios, y la fuerza de los elementos, nos coja confesados!

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